
La rutina matutina es lineal y monótona.
Él abre sus ojos, se extiende para apagar la alarma de su teléfono, que reposa en una pequeña mesa de noche al lado de su cama, luego, con las pocas ganas y energía que tiene, se levanta.
En su espejo de cuerpo entero logra ver su figura, un enclenque hombre de papel, mal dibujado, sin relieves ni colores vivos, sus extremidades suenan y se doblan cuando las mueve... Ya se ha roto uno que otro dedo, los cuales permanecen pegados con cinta transparente.
En algún otro lado, ella sigue el mismo patrón diurno.
Prosigue a cepillar sus dientes y vestirse, repasando los quehaceres del resto del día. Metro, oficina, redacción de informes, metro, casa. Organiza su bolso para poder salir, sin olvidar su paraguas por si llueve, la lluvia sería fatal para ella.
Vagan como si no tuviesen realmente una dirección, él mira a su alrededor y en las miradas de los demás se siente acompañado, pues pareciera que aquellas personas que lo rodean ahora en el bus tampoco saben a dónde quieren ir. Ella se para frente el andén del metro y a su lado una joven le sonríe, ésta tiene relieve, sus colores son vivos, igual que ella... ella es carne, es sangre y risas.
Se preguntó qué hacen esas personas que suele ver en las calles, aquellas que no son papel, las ve a veces solas, a veces de la mano de otro igual a ellos, se preguntó de dónde vendrían, qué encontraron, a dónde van.
Aún inmersa en sus pensamientos su subconsciente sabía que sus pies habían pasado la franja amarilla del andén, el resto de ella no volvió en sí hasta sentir como un bofetón la brisa que traía consigo el vagón.
Él miraba a las personas en el bar, mientras secaba los vasos que alguien más ya se había encargado de lavar. "El papel es tan frágil", pensó viendo a aquellas personas... "pero a la vez, sus cortadas arden como el demonio".
Un hombre meditaba con lágrimas dibujadas en el blanquísimo papel de su cara, en medio del local,totalmente solo, mientras, una pareja estaba sentada al fondo de aquella escena. Ya había visto personas como ellos, de carne y hueso, de sonrisas y lágrimas húmedas.
Él no quiso atenderlos, aquellos que eran distintos solían mirar con lástima a los hombres de papel, o al menos eso sentía él.
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