
Él volvió a aquella parada una hora después de haberla dejado.
Cuando vio su reflejo en el espejo de cuerpo entero sin poder creerlo, una y otra vez seguía pasando sus manos por su cara, sintiendo su cabello, miraba sus brazos, rellenos, coloridos... Él ya no era papel.
Corrió lo más rápido que dieron sus pies hasta la parada donde había dejado a aquella joven, corrió y corrió, a veces no te das cuenta de las cosas importantes hasta que lo ves directamente, las personas de papel no solían reconocer ciertas cosas cuando las tenían frente a ellos.
Ella no estaba ahí, cómo iba a estarlo...
La lluvia ya había parado, las farolas iluminaban toda la calle. Él se quedó ahí, pues tal vez ella volvería.
Pasó una, dos, tres horas sentado en las escaleras del local donde antes la había dejado, pero ella no apareció. Tal vez ella seguía igual, tal vez el agua la había desgarrado, tal vez solo él había sentido eso. Lo único cierto es que la noche fue su única acompañante a casa.
Ella se paró frente a aquellas escaleras, a la misma hora que recordaba haber visto a aquel hombre. Intentaba mantener vivo el recuerdo, sus colores cayendo por su figura, su voz preguntando si estaba bien y sus ojos negros. Temía que si empezaba a olvidar los detalles, dejaría de sentir la sangre bombear por sus venas, su cabello volvería a perder su color y sus mejillas se cortarían con la brisa.
Miraba su reflejo en la entrada de aquel local, y creyó que de tanto recordarlo ya lo estaba imaginando ahí parado. Lo veía a través del reflejo del cristal, parado detrás de ella en aquel punto donde corrió a tomar el autobús aquella noche, no fue hasta que volteó y su mirada se topó con el reflejo de ella que ésta comprendió que no lo estaba imaginando una vez más.
Al girar, él estaba a los pies de las escaleras, ella cuatro escalones más arriba, los bajó uno a uno. Lo miraba impactada, tal vez con la misma cara que él tenía mirándola a ella.
Él dudó, se veía tan diferente. La tomó con ambas manos por los hombros, asustándola, entonces vio sus ojos perfectamente delineados, ahora con un color marrón claro que brillaba tal como él se lo había imaginado. Ella detalló su rostro, ahora más vivo, sus ojos negros fijos en los de ella, era él.
- Te esperé durante horas – dijeron ambos, sorprendiéndose uno al otro.
- Tal vez un poco más que eso – culminó ella.
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